domingo, 27 de marzo de 2011

Mirando hacia adelante...

Una persona inteligente se recupera enseguida de un fracaso. 
Una persona mediocre tarda mucho en recuperarse de un triunfo. 
(Anónimo)

Tienes que tener pasión para poner fin a las penas, 
y la pasión no se adquiere por la huida.
Te la encuentras cuando dejas de escapar. 
(Jiddu Krishnamurti)


Hace poco más de un año, el dolor apenas me dejaba respirar; sin embargo, sólo seis meses después, descubrí que mi corazón todavía podía sentir más dolor y pena, creí que me iba a asfixiar. Física y espiritualmente me dolía el corazón, el alma. La noche no ha terminado pero su sombra poco a poco comienza a disiparse, quizá la llegada del amanecer parezca muy larga, aun así el sol saldrá, la bruma se disipará y la luz nos permitirá ver de forma nítida el futuro que se vuelve presente.

En este tiempo he aprendido y sigo aprendiendo que por duro que pueda ser lo que ocurra, por grandes que sean el dolor y la tristeza, siempre es posible seguir caminando. ¿El secreto? No quedarse quieto, no pensar que se es víctima de las circunstancias. Yo tan poco concentrada en la religiosidad, he descubierto que esta cara de la espiritualidad nos ayuda a encontrar serenidad, incluso paz.

Descubrir, reflexionar, escuchar, observar, decidir, actuar han sido acciones constantes. He pasado días pensando y repensando. He ido rompiendo viejas telarañas y dirimiendo viejas guerras. Hoy recuerdo los antes y después, los tiempos de crisis, los ciclos que van haciendo la vida, son una constante. Las crisis, generan posiblidades, permitiendo volver la vista al horizonte para descubrir nuevas posibilidades.

El viernes, el hijo mayor inició una de las aventuras más significativas de su vida. El hijo menor, después de un andar complicado y muy doloroso, comienza a remontar el vuelo con sus alas en plena recuperación. A los dos les deseo un vuelo maravilloso en el cielo lleno de matices y colores que tienen por delante.

La hija mayor sigue su joven vida con paso firme y seguro, con sueños y esperanzas que, no tengo duda, se volverán realidades. La hija menor, poco a poco tomando una seguridad que ha tardado en llegar. De convicciones firmes pero a ratos con un andar un poco inseguro. Para las dos quiero un vuelo seguro y confiado, que sus alas se desplieguen con toda su fuerza y elegancia.

Para los cuatro, espero que las aristas de la vida les hayan enseñado a forjar su carácter, a dar la cara ante los problemas, a actuar buscando el bien. Cierta estoy de que han aprendido a reir a plenitud y a secarse el llanto con dignidad e integridad. La vida no siempre les ha sonreido, no lo hará siempre en el tiempo por venir; sin embargo, no dudo de que tienen la fortaleza, la inteligencia, la sensibilidad para saber encontrar el bien. A unos más que a otros les ha tomado más tiempo asentarse sobre la búsqueda del bien y su concreción. A los cuatro los amo, los respeto y estoy orgullosa de ellos.

Agradezco con la mirada puesta en el presente y en el futuro por el privilegio de sus vidas compartidas conmigo, agradezco la oportunidad de acompañarlos, de guiarlos, de haber podido estar con ellos a pesar de lo difícil que a veces ha sido. A cada uno le deseo que sepa andar la vida con la mirada hacia adelante. A cada uno de ellos le doy mi bendición desde lo más profundo de mi alma, de mi corazón, de mi inteligencia, de mi ser.

De mi esposo escribo poco, también lo amo, lo respeto y lo admiro. Ha sabido acompañar mis tristezas y desvelos. Mis dolores y abandonos. Ha sido capaz de ayudarme a sobrellevar situaciones adversas. Ha estado aquí en las buenas y en las malas. Me ha brindado su brazo para apoyarme, su hombro para llorar, su sonrisa sincera para compartir.

A mi madre, a mis hermanas, a mi hermano... los he perdido y no se cómo podamos volvernos a encontrar, no se cómo construir un diálogo que no ha existido. Confío en que más pronto que tarde, podamos mirarnos a la cara, podamos miras hacia adelante, perdonarnos y aprender a ser realemente familia.

Para mi padre espero que llegue la claridad de la verdad, sigo aprendiendo a estar en paz con él.

Hoy 27 marzo, 18 años después, deseo que el padre de mis hijos descanse en paz.

P.D. Me encanta Dios.

sábado, 12 de marzo de 2011

El hubiera no existe

El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma  y la tendrá el que te ofendió.
Madre Teresa De Calcuta

Hace como 44 años que te extraño, que no entiendo tu ausencia, tu falta, tu desamor. Hace 44 años que muchos porqués siguen y seguirán siendo imposibles de responder. Hace mucho tiempo me acostumbré a tu ausencia pero no, a que no estés. Muchas veces me he preguntado cómo hubiera sido la vida, mi vida si te hubieras quedado en ella. Todos estos años, no he logrado aceptar que te fuiste para no volver. Que no tuviste que morir para no ser. Hoy se que muchas cosas pueden tener explicación, menos el abandono.

Cómo me hubiera gustado cada día, haber escuchado tu risa, haber sentido tu calor, haber recibido tus regaños pero también tu amor. Cómo me hubiera gustado que me acompañaras en mis cumpleaños, en el término de cada etapa escolar, que me hubieras acompañado en mi primera comunión, en mis quince años, la historia de mi primer amor, el día que me gradué y el día en que me titulé. Me hubiera encantado que mi brazo se apoyara en el tuyo en una boda religiosa que nunca llegó. Me hubiera maravillado mirar tu rostro admirado al tomar en tus brazos a tu primera nieta y luego a tu nieto. En la soledad de la muerte hubiera sido agradable tener tu hombro para llorar y levantarme.

Hubiera sido maravilloso que me acompañaras en el camino de educar a los nietos. Haber escuchado tus aventuras compartidas con ellos. Que hubieras firmado el acta de mi segundo matrimonio y que te hicieras buen amigo de mi esposo. Me hubiera encantado que mis hijos tuvieran un abuelo que les hablara de historias fantásticas, que los llenara de amor y apapachos, que les diera consejos, que los acompañara en el andar de sus vidas, que hubieran aprendido de tí el amor por las montañas, por la música, el arte y la literatura. Me hubiera gustado que les enseñaras los secretos del dibujo, de la acuarela, del óleo; del placer de ir a escuchar un buen concierto, de la emoción de poder admirar y sentir el arte.

Cómo me hubiera gustado que me acompañaras en mis éxitos y en mis fracasos. Que tu mano fuerte me enseñara de tantas cosas que un padre puede enseñarle a su hija. Me hubiera gustado tener una "familia-familia" dentro de la cual la vida transcurriera con sus pequeñas grandes historias. Me hubiera gustado conocer la historia de mi abuelo, de mi abuela y demás antepasados. Me hubiera gustado tanto sentarme a tu lado a aprender de la vida.

No se porqué justo hoy te recordé, otra vez me hiciste falta y decidí sentarme a escribir una nota que se que nunca leerás (si, como nota de telenovela). Hoy no se si te extraño, no se si me dueles. Sólo se que me has hecho mucha falta. Como tantos otros padres le hacen falta a sus hijas e hijos. Como muchas madres -quizá menos que los padres- le hacen falta a sus hijos e hijas a través de los años, a través de la vida.

Muchas veces se acercan a mí jóvenes que han debido vivir la ausencia de un padre, de una madre y, lamentándolo, no he podido consolarlos, cuando mucho he conseguido solidarizarme con ellos; cuando mucho he podido decirles que los entiendo porque se a qué sabe el abandono, la tristeza de esta vida con una soledad impuesta. Lo más que puedo decirles es que aprendan a vivir así porque la vida sigue y que no traten de entender el abandono porque NUNCA tendrá explicación y, que eso sí, se aseguren de no actuar igual. Se aseguren de garantizar que ellos(as) no abandonen, sepan estar, acompañar, amar, aconsejar, celebrar, lamentar, disfrutar, andar la vida sabiendo estar al lado de los(as) que vendrán. Y garantizar que no tendrán que crecer con la duda de no saber porqué fueron abandonados. Pueden pasar los años, en mi caso, más o menos 44; pueden atenuarse muchas circunstancias, pero el abandono perdura y el olvido nunca llega.

Donde quiera que estés, quiero que me duelas menos, quiero conservar tu borroso recuerdo en mi corazón y estar en paz. Quisiera decirte "te perdono" pero, tristemente en una historia como esta, el hubiera no existe.
A pesar de la ausencia puedo decir que en muchos sentidos he tenido una buena vida, que hay cosas que quizá las hubiera entendido mejor y otras que las hubiera vivido distinto. Quizá mis equivocaciones hubieran sido otras, mis preocupaciones también, quizá hubiera crecido sintiendo la seguridad que da saberse amada por quienes te deben amar. Pensándolo ahora, nunca nadie, me ha preguntado cómo me he sentido en este hubiera que nunca existió.

Es posibe que más de alguno piense que es una extravagancia o una locura escribir esta historia, yo creo que a lo mejor así libero este peso de tantos años.

P.D. Me encanta Dios

domingo, 6 de marzo de 2011

El primer agapando y el árbol rojo

Agapandos, árbol rojo y colibrí
Las cosas pequeñas, si se ponen juntas, son más grandes que las grandes (Henri Barbuse)
 
Hace poco más de diez años descubrí que en los alrededores de esta ciudad los agapandos o plúmbagos puden crecer casi entre las piedras. Siempre me ha gustado mucho esta flor, nunca había tenido oportunidad de ver tantos como en estos años.
Ayer fuimos al Zembo a caminar y a comer truchas (es una delicia que haya criaderos en la región y que puedan comerse frescas). En el recorrido pude ver que comienzan a brotar las primeras flores de aganpando de esta temporada. También vi alcatraces. Observando y reflexionando, pensé en los agapandos que tenemos al pie de las ventanas que dan a la calle en nuestra casa y deduje que como no son tan lindos como los que se ven en el campo, seguro tardarían más tiempo en brotar.
Hace unos minutos, mirando que el pequeño jardín de nuestro hogar necesita mantenimiento urgente, mi mirada se topó con el primer brote de mis agapandos, ahora que vuelvo a mirar con más atención, veo que ¡hay dos! Me ha dado tanta alegría y ahora pienso cómo en el día a día perdemos de vista los pequeños grandes detalles que nos rodean, que están puestos ahí, justo para eso, para disfrutar y tener presente que por duras y difíciles que puedan ser las cosas que nos rodean y que nos suceden, siempre hay "un pequeño-gran detalle" que nos alegra el espíritu, la vida.
Desde mi sillón, además de ver que el pasto está crecido y que una franja del mismo debe ser resembrada, veo las plantas de agapando y también un árbol rojo o sangre libanesa que me alegra tanto verlo. Cuando lo compré me lo vendieron como bonsai, no medía ni 30 centímetros; (jajaja) ahora mide casi dos metros de alto. Me entristecí cuando perdió todas sus hojas y ya me iba a deshacer de él cuando mi esposo me dijo, "espera unas semanas, a lo mejor le salen brotes" y, afortunadamente, esta vez no fui necia, lo escuché y ahí se quedaron las ramitas de mi árbol rojo. Al poco tiempo descubrí que estaba lleno de brotes y semanas después, además de crecer, estaba lleno de sus pequeñas y hermosas hojitas de color "rojo-café".
En el día se posan en este árbol rojo, que vive en una enorme maceta de barro que compramos en Atlixco, Pue., diferentes tipos de insectos y aves, el mejor momento llega cuando los colibríes detienen su acelerado vuelo para descansar en sus ramas, realemente, esos instantes son un regalo maravilloso. Esta mañana, pensando en muchas cosas que debo resolver, recuperé el placer de sentir mi hogar como el remanzo que es, con esos pequeños instantes que nos van alegrando la vida.
A mis pies duerme la Mora en la confianza y seguridad de que aquí, en este hogar está su lugar. De que -lo creo- fue ella la que nos eligió y no nosotros a ella. Desde mi sillón, esta mañana, doy gracias por tener una familia, por conservar la capacidad de asombro ante las cosas que pudieran parecer más insignificantes. Doy gracias por las bugambilias (tenemos dos llenas de flores rojas y rosa mexicano) que cohabitan con los agapandos y el árbol rojo (me gusta mucho este nombre "árbol rojo").
Hace ya muchos años tuve una alumna que viviendo en China, pudo comprar un par bugambilias y un cactus, a sus tres plantas les puso nombres, creo que el pequeño cactus se llamaba Pepe y que la bugambilia vieja, según la historia de mi querida Paloma, estaba celosa de la joven hasta que finalmente ambas aprendieron a convivir, el ganón era el cactus pues vivia en el interior.
Me gustaría ponerle nombre a mis plantas y poder escribir los posibles diálogos entre ellas, cierta estoy de que ya son amigas. Quizá me anime a por lo menos, darles un nombre, no importa que piensen que las antropomorfisé si al final son parte de mi vida, de la vida de mi familia y nos alegran con sus colores y con pajaritos que las visitan.
Por otro lado, mientras escribo, recuerdo la historia de cómo es que los agapandos llegaron y cómo es que también llegaron las bugambilias. Mi esposo aunque es serio en muchas cosas, puede ser también muy ocurrente además de tener un humor muy particular. Un día que no podía salir y me urgía comprar algunas cosas para la comida, le pedí que ayudara y trajera a casa las cosas que había puesto en una lista. Al final anoté que quería una planta y que también comprara flores para poner en la mesa del comedor. A su regreso, puso en la cocina mis encargos y al final, entró con una bugambilia que puso en el centro de la sala, diciéndome, "aquí están tu planta y tus flores". Hoy, es una enorme bugambilia de flores rojas, la separa del árbol rojo la bugambilia rosa.
Parte de los agapandos fueron comprados en un invernadero poblano, los trajimos con poca esperanza de éxito pues su hábitat original era mucho más benigno que el del lugar donde vivimos donde el aire y el frío pegan fuerte. Los sembramos y al poco tiempo, aun sin dar flores, se habían multiplicado y antes de que pasara mucho tiempo nos habían dado las primeras flores. Ahora cubren la franja de las ventanas. Las plantas se han multiplicado y pues ¡ya llega el regalo de sus brotes que son como ramos de flores blancos y morados! El árbol rojo esta lleno de hojas otra vez después de haber perdido las anteriores este invierno que ya casi termina.

P.D. Me encanta Dios (Sabines). Pase lo que pase, siempre habrá un momento para ver los dones y regalos que el Señor nos da.

P.D. 2 Mientras escribo como unas deliciosas fresas irapuatenses... otro regalo del creador... en la red dice que estas flores se llaman "agapantos" más que agapandos... yo, originalmente, a través de mi madre, aprendí que se llamaban "plúmbagos" por las que son de color "azul-morado".

P.D. 3 El agapando recibe su nombre, Agapanthus del griego agape (en sus orígenes quiere decir amor incondicional y reflexivo, hoy se entiende como celebración) y anthos (flor). Creo que es un dato interesante.