viernes, 19 de noviembre de 2010

La punta del iceberg

Esperanza
Esta tarde acompañé a una de mis amigas a hacer una visita al oftalmólogo porque su pequeño tiene una pequeña infección... la cita era a las 12:40, entramos a las 13:10 y a las 13:25 no más, ya estábamos fuera, con el niño revisado, recetado y vuelto a citar en 30 días para verificar que el problema se hubiera erradicado. Por la consulta: $500.00, incluido, desde luego, el tiempo de espera. Esa amiga, hija de médicos, vivió circuntancias terribles en su primer embarazo... gracias a la falta de criterio de un renombrado médico de la ciudad donde vivimos.
Mientras esperábamos, comentábamos acerca de médicos a quienes podríamos apostarles por que los percibimos serios, pero que no lo hacemos porque la espera previa a llegar a la cita puede ser hasta de más de dos horas. ¿Respeto? ¿Consideración? ¿Conciencia de que los demás también trabajan?
Puedo entender que un médico ha debido y debe prepararse. Que pasa por pruebas muy duras desde que está viviendo su proceso de formación. Que deban atender urgencias. Que tengan un enorme desgaste por el ritmo que algunos de ellos tienen por la misma profesión.
No comprendo, ni acepto, que pongan condiciones absurdas como irse a apuntar el día de la cita, a pesar de tenerla, para garantizar que serás atendido. Que se deban hacer antesalas eternas para que a la hora de llega el turno de ser atendido, con trabajos te voltéen a ver y en menos de diez minutos ya haya un diagnóstico y hasta la medicación. Que dispongan de manera indecorosa y poco respetuosa del tiempo de los pacientes. Enfermos que en nombre de ser atendidos, "no puedan" decir al médico que es ofensiva y denigrante su impuntualidad.
Definitivamente, no lo generalizo, hay médicos que se saben los depositarios de una profesión maravillosa que, desde mi punto de vista, implica poseer dones que los demás no tenemos. Significa asumir riesgos y consecuencias que pueden ser cuestión de vida. Hay médicos cuidadosos de su tiempo y del de los demás. Hay médicos que quizá prefieren ver seis pacientes, bien vistos, que quince medio vistos... El resultado, en pesos, es obvio. El respeto para unos y el enojo y la impotencia para otros, es evidente que no resulta del todo claro para este tipo de "profesionistas". Hay médicos que llevan agendas que les ayudan a ser respetuosos de los demás y no una lista enooorme de citas por cobrar.
Si a esta situación que podría ser la punta del iceberg, le sumamos, poco profesionalismo, falta de seriedad en su trabajo, la cosa se agrava. Pienso en ese médico que atiende de una manera en una institución como el IMSS o el ISSSTE y de otra, cuando se llega a su consultorio privado. Hay algunos que se brindan por igual.
Recuerdo cómo hace ya muchos años, fui internada por una migraña aguda. Cuando solicité que me transfirieran al centro de especialidades, terminé hablando con el Director de la clínica donde me habían atendido. Después de mucho discutir, conseguí el pase, no sin antes escuchar de este individuo que mi problema era una migraña y que nunca se me iba a quitar pero que con tal de dejar de molestar, me "otorgaba" el pase.
Fue un largo camino que comenzó en 1985 y se prolongó por poco más de dos años. Después de lograr un espacio en la clínica de especialidades, pasé por al menos cinco neurólogos, antes de que una doctora preguntara si tenía algo más que comentar y, al responderle que sí, me solicitó que me sentara de nuevo, ampliando su interrogatorio. Primero me dijo que me transferiría a  ginecología, luego, me pidió que esperara y salió por un médico que me dijeron era un endocrinólogo, quien escuchó mi historial, me invitó a pasar a su consultorio, me dio un paquete de exámenes y me anunció que iniciaría un periodo de pruebas para determinar si no había un tumor en mi tiroides... Entre la atención que se brindó cuando fui hospitalizada hasta que llegué con del Doctor que finalmente me miró como persona, pasó un tiempo valiosísimo, tiempo en que mi salud se deterioró, además de implicar un sinfin de consecuencias que hasta la fecha se hacen presentes si no me cuido.
Después de ser detectado mi problema, pasé un periodo de al menos otros dos años, un poco más, para que el Doctor lograra estabilizarme. Me dijo, que era afortunada por que no había tumor y que tardar un poco más me podría haber costado la vida. Me dijo, que debía ser paciente con el tratamiento y que al paso del tiempo estaría bien.
Tengo la convicción de que este Doctor (con mayúscula) entiende que además de tener una profesión difícil y  maravillosa a la vez, tiene un don. Creo que, comprendiendo y asumiendo ésto, se puede llegar a ser un verdadero sanador.
Como yo, no tengo duda de que la mayoría tenemos, al menos, una historia que contar.
¿Dónde quedan el sentido del respeto y de la comprensión? ¿Dónde queda la posibilidad de verse en el espejo del otro? Se que la medicina exige un entrenamiento mental y físico que ayuden a salir adelante ante las tremendas situaciones que un médico debe enfrentar, ¿esa es razón suficiente para deshumanizarse, para mirar a la distancia, para abusar del tiempo y la paciencia de los demás, para ser irrespetuosos, descuidados y poco serios?
Tengo un hijo que estudia medicina, varias veces hemos conversado de lo difícil que se le hace sobrellevar su interacción con otros compañeros en los hospitales, especialemente cuando observa la forma poco seria y descuidada con la que tratan a una parturienta, a un enfermo terminal, a quien se les atraviese en el camino. Hoy recordando y reflexionando, doy gracias por que mi hijo no es así, oro porque no pierda su sentido de ser al haber elegido ser médico, que no se olvide de que frente a él, en toda circunstancia, por cansado y fastidiado que esté, hay una persona que sufre, que siente ansiedad, temor, desconcierto, soledad, entre otros sentimientos, sin contar el dolor o malestar que le pueda aquejar.
Hay pacientes difíciles, definitivamente, pero eso no le da derecho a nadie de tratarlo como si fuera un objeto, dejando de lado su dignidad humana.

Cito la versión moderna del Juramento Hipocrático:

Declaración de Ginebra.
(Adoptada por la W.M.A. en su Asamblea General de 1948; revisada en 1968)

"En el momento de ser admitido como miembro de la profesión médica, prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad; mostraré a mis maestros el respeto y la gratitud que le son debidos; practicaré mi profesión con conciencia y dignidad; la salud de los pacientes será mi primer objetivo; respetaré los secretos que se me confíen aun después de morir el paciente; mantendré por todos los medios a mi alcance el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; mis colegas serán mis hermanos; no permitiré que consideraciones de religión, nacionalidad, raza, partido político o nivel social se interpongan entre mi deber y mis pacientes; mantendré el máximo respeto por la vida humana desde el momento de la concepción; incluso bajo amenaza, no usaré mis conocimientos médicos encontra de las leyes de humanidad. Hago estas promesas de modo solemne, libremente y por mi honor."


¿En dónde termina el respeto por los demás, en todos los sentidos? ¿Desde cuándo alguien que se diga médico, no importa su especialidad, se olvidó que no es el dinero lo que rige su existencia, sino la inmensa responsabilidad de la vida? ¿En qué momento se olvidaron de la inmensa dignidad que conlleva la profesión de la medicina? ¿En dónde les dijeron a esos que cobran por hacerle al cuento que la medicina se ejerce como si la salud y la paz que pueden dar a un enfermo (de ese tamaño es su poder) a cambio de mostrarse como si estuvieran más allá del bien y del mal? ¿Cuándo le dijeron a un médico que era una "vaca sagrada" y se la creyó? ¿En dónde les dijeron que como es una profesión tan difícil, entonces hay que cobrar hasta sangrar al paciente? ¿En dónde aprendieron de ética y de moral? ¿Quién les enseñó que la medicina es primero negocio y luego lo demás? ¿Quién les dijo que son más por ser médicos? ¿Quién les dijo que con sus coches lujosos, su ropa de marca, sus lociones, sus corbatas y vestidos caros son "más humanos"?

En contraparte, hay personas, médicos reconocidos y respetados por el reconocimiento y el respeto que ellos mismos (valga la redundancia), en todas las esferas de su vida, son capaces de manifestar. Lo privado y lo público, no tienen porqué estar peleados. No es justificación suficiente decir que como es tan dura esta profesión, entonces se vale actuar sin cuidado, sin pasión, sin amor a la vida, a la humanidad. Mi respeto y gratitud por esas personas que eligen la medicina como una vocación cuyo fin es el servicio y que la hacer su elección, se comprometen. Mi respeto y admiración por el médico que se compromete desde diferentes trincheras, desde una ranchería hasta una zona de desastre, una zona de guerra. Mi respeto y admiración a ese médico anónimo que anima a un paciente en una cama de hospital público, que es capaz de decir buenos días, buenas tardes, gracias. Mi respeto y admiración a ese médico cuya mirada es clara y su saludo franco. Mi respeto y reconocimiento por ese médico que en todo momento tiene presente que es una persona y mira personas a su alrededor.