lunes, 26 de agosto de 2013

Pensándote mi México amado...



Diré con una épica sordina: 
la Patria es impecable y diamantina.

Ramón López Velarde

Cada día como muchas otras personas agradezco por tantas bendiciones. Fuerte y quedito repetidamente declaro con convicción que soy una persona bendecida. Sin embargo, como dice Mafalda en una se sus tiras, a veces me entra "una como basurita en el corazón". Como todos/as la violencia que nos habita permea nuestras vidas, nos invade, nos exige que nos dejemos llevar y a veces lo permitimos.
Salgo a la calle y me encuentro con una persona que pide limosna, si le digo que no me dice un "gracias, Dios la bendiga" en categoría mentada de madre. Si le doy, aumenta el círculo vicioso dentro del cual vive. Veo a los tragafuegos y se me encoje el corazón, qué vida es esa vida que eligió ese ser que apenas conserva su apariencia de persona entre el humo, el hollín y el color negro que se ha asentado en su piel. Veo autos que corren, que agreden, en esos autos transitan personas que una y otra vez dan evidencia de sus enojos y frustraciones, de sus rabias y luchas sin respuesta. Casi todos tienen prisa ¿de qué? ¿de tiempo o de vida? ¿porqué corren tanto? ¿porqué se exponen y exponen a los demás?
Las motos, las motos se han convertido en una pesadilla. Están en todas partes, lo invaden todo. No hay vía rápida donde no nos encontremos con una moto de baja potencia, sobre la cual su conductor suela ir sin protección alguna pero si esquivando un carro y otro exponiéndose y exponiendo a los/as demás. Comprendo que si ahora hay muchas más motos que antes tiene que ver en la mayoría de los casos con pobreza. Cuando veo a una familia trepada en uno de estos aparatos donde apenas caben, más que enojarme me entristezco, no andan así por gusto, es por necesidad. Esas familia acostumbran circular por las laterales, lo mejor posible. Lo pesado está en los pasos, en los puentes, en las vías rápidas, no respetan nada ni a nadie. Espacios para todos/as, respeto de unos/as y otros/as es lo menos que podemos brindarnos y brindar.
La ciudad está bella, se la observa a primera vista limpia, vaya que este año la lluvia nos ha salvado del calor inmisericorde; se ve verde por todos lados, pero debajo de esos verdes repletos de matices hay basura, hay suciedad, hay trampas que tapan las alcantarillas... hay puentes y calles agraviadas por la corrupción de las tranzas en las cuentas de los materiales, en las incompetencias de sus constructores, en la irresponsabilidad de quienes deben vigilar el buen uso de los recursos; hay ciudadanos y ciudadanas que no comprenden que hay que ejercer nuestro derecho a ser parte activa de la comunidad.
Observo casas cuyas paredes y rejas han sido grafiteadas por "sombras" anónimas que vacían sus incapacidades en la destrucción de lo que no es suyo. Me encuentro con árboles que han sido dañados, así nada más por que sí, pienso en una hermosísima ceiba en el retorno de San Agustín que a pesar de sus heridas no dejó de regalarnos sus espléndidas flores de un rosa intenso muy particular.
Basta con detenerse fuera de cualquier institución educativa para recibir y ser parte de las agresiones a peatones, ciclistas y autos que lo permitan. La tercera y la cuarta fila son comunes por las prisas, las cerradas y encimadas de vehículos son constantes, la imposibilidad de pensar en el/la otro/a es una realidad. A su sombra (de las instituciones educativas), están el bullying que muchos/as docentes y directivos/as dicen "no ver", el acoso laboral expresado de mil y una formas "tenues", "sutiles". La violencia entre educandos, la violencia entre educadores, la violencia de unos y otros que viene de casa, de la vida, de lo más profundo de cada ser.  
Miro atenta los rostros que me rodean y la mayoría tienen expresiones o distantes o enojadas o fastidiadas, o cansadas... pocos/as, muy pocos/as sonríen. Si acaso, logro una mirada esquiva, nada más. Incluso, pocos/as niños/as responden a mi sonrisa o a mi saludo con la mano. Rostros cuyas miradas, como escribía Carlos Pellicer, "Los ojos. Por los ojos el Bien y el Mal nos llegan. La luz del alma en ellos nos da luces que ciegan, Ojos que nada ven, almas que nada entregan."
Si prendo la televisión para ver un noticiero, me encuentro con la crónica del mal, del amarillismo, de las sinrazones repetidas una y otra vez porque "no hay nota" o sólo se espera que eso sea lo que debamos mirar como tontos irredentos. Si hojeo el periódico, salvo la sección de Cultura y Ciencia, prácticamente todo lo demás es una relatoría de malas noticias y/o errores y/o chismes de mal gusto, pobre de la mujer que aceleró en lugar de frenar, no la han dejado en paz todo el fin de semana. Qué tristeza por los padres de los desaparecidos del antro del DF, de los familiares de tantas y tantas personas que no han regresado a sus hogares. Por los padres y familias de los pequeños de la guardería ABC. Qué dolor por los feminicidios, la trata de personas, por la violencia intrafamiliar, por los niños y niñas. Qué pesar tantas muertes, tantas soledades. Qué rabia de ver tantas mentiras, tantas falsedades, tantas postergaciones de lo importante. Qué enojo ver cómo la tan llevada y traída educación sigue secuestrada en la irresponsabilidad de generar ignorancia innecesaria.
Qué tristeza mi México cuando te pienso, te amo tanto y te veo tan arrumbado y polvoso. Te veo tan triste y a merced de interesas que no representan pasión por tí. Te pienso mi México y me pongo triste. No cejo en mi lucha por lo que me toca y no es bastante. No puedo no amarte si eres tantas cosas. No puedo evitar esta tristeza que me desgarra cuando te pienso en los últimos tiempos. Tu historia es difícil y maravillosa, complicada y contrastante, amor y desamor, luz y sombra. Pensándote mi México amado me duele el corazón.