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jueves, 8 de septiembre de 2011

Ser o no ser

Dice más o menos así:

Llega un momento en tu vida en que la verdad
sigue como la noche al día, impidiendo cegarte
en el fulgor de la mentira disfrazada de lo que
quieres escuchar, de lo que quieres que se haga
cuando la realidad es otra.
El tiempo te enseña que cualquier cosa
que hagas a favor o en contra de tí mismo(a)
y de los demás, la vida te lo reclamará,
te lo cobrará o te lo compensará.

Llega un momento en tu vida en que o respondes
a la altura de las circunstancias o te prostituyes
en la mentira de una vida que poco a poco
va dejando de pertenecerte, y que aunque creas
que es verdad, no existe, no es.
Hace aproximadamente cinco o seis semanas que estoy de regreso en Guadalajara después de una ausencia de 11 años. No me he dado el tiempo de pensar, sólo sé que ahora voy a un ritmo distinto, que estoy aprendiendo a vivir con mis niveles de adrenalina muy por debajo de los que me han poblado los últimos casi 18 – 20 años. No es fácil aprender a andar distinto después de tanto vivir a las carreras. No quiere decir que no deba apurarme y olvidar que una parte fundamental de mi nuevo trabajo es ser creativa, pensar y concretar. ¿Decisiones? ¡Muchísimas! La primera y más importante, ser congruente, decir “basta”. La segunda, cambiar el rumbo de mi cómoda y ya definida vida, romper mi burbuja de confort. Más de alguna persona pensará que soy tonta, que es mucho lo que me he jugado, que total con que hubiera sobrellevado aquello que me causaba quebrantos, con que hubiera hecho como que no pasaba nada era suficiente, al fin que no hay mal que dure cien años. Y ¿mi dignidad?, ¿mi integridad?, ¿mi autoconcepto?, ¿mi vida?
Han pasado más de seis meses desde que comenzó el proceso de dar un paso definitivo, aunque previo a esto hubieron muchas cosas más. Pasaron noches interminables, días larguísimos suspendidos en una nada impuesta (no por mí) que hicieron flaquear mi equilibrio, mi creatividad, mis proyectos, mis anhelos. Fueron tiempos de valorarme, de descubrir que puedo ser alguien en cualquier lugar donde me encuentre, de aceptarme y de asumirme con mi inteligencia, con mis capacidades, con mis sueños y, desde luego, con lo que no me gusta de mí, con lo que me incomoda y me hace sentir insegura e incluso enojada. Me ha costado tanto aprender que no se necesita esperar a que alguien te de las gracias y mucho menos a que te diga lo mucho que vales o a que reconozca tu trabajo. Que no se necesita esperar a que respeten tu palabra cuando más bien sabes que es motivo de escarnio y de burla. Cuando hablar con la verdad, paradójicamente, te convierte en “poco ético”, condenándote a una especie de ostracismo.
Cuando más triste y desesperada me sentí, me pregunté cómo sería al otro día de volver a comenzar, muchas veces recordaba una lectura que hice hace algunos años acerca de cómo se sentían los indígenas de la recién humillada Tenochtitlan después de su caída. Este texto explicaba que la madrugada del 14 de agosto de 1521 llovía y los recién vencidos deambulaban como extraviados del alma y del corazón, con una sensación de vacío por la pérdida de la orgullosa ciudad, por los dioses desaparecidos, por la vida que cambiaba sin tener idea de qué seguía… yo pensaba que al dar el gran paso me sentiría perdida, sin futuro, sin rumbo, ¡no fue así! Lo que llegó a mi alma fue paz, una gran calma, una tranquilidad producto de tener la certeza, a pesar de todo, de haber hecho lo correcto y un mundo de posibilidades para desarrollarme a mi medio siglo de vida.
Para quienes no creen en mí, para quienes yo resulto una renegada a quien hay que negar, seguro buscan hundirme en el olvido, en el silencio, en un “ella se lo pierde”, de mí se dirán muchas cosas, pocos “me defenderán”, muchos(as) me negarán, otros(as) hablarán de lo mal que hice algunas cosas (de las buenas, desde luego, ni se acordarán), lo que no pueden decir es que sea mentirosa. No, no lo soy y por eso, a pesar de lo que significa ser parte de algo que era vital y que, a pesar de todo, sigue siendo importante es que decidí volver a comenzar en compañía de mi esposo y de mis hijos e hijas.
Doy las gracias por tantas cosas, por lo bueno y por lo malo, por lo que me ha hecho esperar y luego tomar fuerza para tomar decisiones. Doy las gracias por este tiempo que a pesar de muchos sinsabores, de muchas tristezas, de una depresión que se prolongó por más de 7 años, llevándome a replantar muchos aspectos de mi existencia. Doy las gracias porque pude seguir adelante aunque mi mente y mi corazón dijeran “ya no” y aun así producir, estar frente a grupo, desarrollar proyectos, concretar programas, hacer un segundo posgrado del cual digo que además de su especialidad, también obtuve una adicional: una especialidad en depresión y ansiedad (mejor reír ¿no?).
Estas semanas, sólo me he dejado tocar por mis alumnos y una que otra persona, por sus palabras de ánimo, de agradecimiento, de reclamo; debo decir que sólo extraño estar frente a grupo; sin embargo, incluso estos meses que permaneceré fuera del aula, los asumo como un respiro y como una oportunidad para reflexionar. Proyectos, programas, actividades, no me faltan y mi andar ahora es más pausado aunque el cuerpo reclame más velocidad. Hoy por hoy estoy en un proceso de aprender a vivir en calma. No siempre lo consigo pero es interesante encontrarse ahí. Es interesante que mi computadora ahora sí cumpla su función de auxiliar y no de total dependencia hacia ella. Han quedado atrás los días en los que sólo la “hibernaba” mientras iba del trabajo a casa.
Es sorprendente que sin importar dónde esté, siempre se aprende del entorno, de las circunstancias, de las acciones propias y de los demás; se aprende a reconocer lo que se quiere y lo que no. A decir “basta”. A tener claro qué no estás dispuesto(a) a aceptar o a sacrificar. A aprender a vivir distinto. Puedo dar las gracias de los últimos once años pues si no hubieran transcurrido, con lo bueno y con lo malo, en este momento no estaría escribiendo esta nota y reflexionando ya no sobre lo pasado, sino acerca de lo que viene.
Este tiempo ha servido para saber quiénes realmente son mis amigos(as), quiénes sólo fingían, quiénes –sin escrúpulo alguno- hacían como que eran mis amigos(as) cuando en realidad eran actores de una farsa orquestada por la mentira y el mal. Este tiempo me llevó a confirmar que aunque no me guste hay gente mala que creyendo tener la verdad en sus manos, puede acabar con la vida (en algún sentido) de quienes le rodean. Aprendí que irse no necesariamente es huir, puede ser aprendizaje, puede ser crecimiento, puede ser abrirle paso a la vida de una manera distinta a la transcurrida, uno(a) lo decide.

“Ser o no ser” escribió Shakespeare y justo de eso trata este escrito, ser o no ser es una decisión personal, es la conciencia de lo que implica ejercer el libre albedrío, es reconocer la relación entre “yo” y “mí misma” y los demás. Es hacer lo correcto, es optar por el mal menor, es decirle si a la vida para reinventarla, para seguir creciendo y andando de frente. Es decir gracias por el futuro que viene.
Frase de hoy: “Gracias a la vida”.
Canción de hoy: “El son de la esperanza” con Los Lavaniegos.

miércoles, 20 de julio de 2011

Burbujas y burbujas y más burbujas



Burbujas o esferas
  
"Un hombre no puede actuar con acierto en un nivel de su vida si está ocupado actuando desacertadamente en otro. La vida es un todo indivisible." Mahatma Gandhi (1869-1958), abogado y político hindú

Dice la RAE que Burbuja es una voz onomatopéyica cuyas acepciones son: Glóbulo de aire u otro gas que se forma en el interior de algún líquido y sale a la superficie. Habitáculo hermético y aislado del exterior. U. t. en sent. fig. Los poderosos viven en una burbuja de impunidad. En aposición para indicar que la persona o personas designadas por el sustantivo al que se pospone están sometidas a terapia con aislamiento absoluto. Niños burbuja.

Una burbuja, dos burbujas, muchas burbujas, infinidad de burbujas dentro de una sola burbuja. Cada una tiene un nombre, un patrón, un modo de ser burbuja tanto, que pareciera que nunca va a reventar; sin embargo, cuando el movimiento se vuelve una exigencia, la burbuja debe romperse sin remedio y pudiéramos pensar que al hacerlo dolerá... es posible que sí pero, lo que sigue, tiene que ser mejor sencillamente porque es cobijado por el manto de la verdad.

La burbuja del miedo
Encerrarse en el miedo no produce. El miedo, dice la RAE, proviene del latín metus y es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario o recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
¿Cuántas veces nos hemos quedado congelados(as) por el miedo? ¿En cuántas ocasiones hemos dado el poder a otros(as) sólo por no controlar el miedo? ¿Cuánto tiempo nos hemos quedado estacionados en el mismo lugar día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año? ¿Cuántas cosas nos habremos perdido por miedo? Pero llega el día de tomar decisiones y a pesar del miedo a lo desconocido se escoge entre al menos dos caminos: permanecer eternamente en esta burbuja o tener el coraje de reventarla para poder respirar y volver a vivir plenamente, aunque resulte complicado por momentos.

La burbuja del desaliento
Junto a la bubrbuja del miedo que congela, se encuentra la burbuja del deslaliento, la RAE (otra vez nos auxilia) dice que viene de desalentar, que es decaimiento del ánimo, desfallecimiento de las fuerzas. Nos suena familiar ¿no? El desaliento¨puede quedarse habitando de la mano del miedo por vidas enteras, matándolo todo; contaminando, ensuciando el alma descubriendo entonces que aunque se relaciona con falta de fuerza, tiene más poder que muchos otros sentimientos y actitudes positivos. Cuando hay desaliento constante, es que seguimos dependiendo del poder que otorgamos a otros(as), seguimos siendo lo que otros(as) quieren que seamos, seguimos pensando que si hacemos lo que se espera de nosotros(as) aun pasando por encima de nuestra dignidad y convicciones, de nuestra esencia, todo estará bien.

La burbuja de la mentira
En la RAE, encontramos que proviene de mentir y significa expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa; errata o equivocación material en escritos o impresos. Se usa más tratándose de lo manuscrito; coloquial, manchita blanca que suele aparecer en las uñas; coloquial, chasquido que producen las coyunturas de los dedos al estirarlos.
La mentira conduce a la ceguera del alma, nos lleva a transitar por la incongruencia y la falsedad. Nos hace creer que podemos vivir con aquello que no aceptamos de nuestra existencia olvidando el viejo dicho "no se puede tapar el Sol con un dedo", nos creemos tantas mentiras que llegamos a perdernos en ellas.
Con la mentira a cuestas, puede pasar que nos contemos historias para luego creerlas; que en las lisonjas de conocidos y extraños, nos contemos que somos mejores que otros(as); que en el dolor y el desánimo, nos volvamos los(as) más extraordinarios cuenta-cuentos de toda la historia del pensamiento.
Ley de la vida: la mentira siempre, aunque tarde, pierde. La mentira no vende y aunque se cuente muchas veces para que parezca verdad (recordemos a Josep Goebels), la verdad relucirá en toda su magnitud.
La verdad aunque duela, siempre será mejor que la mentira. Romper la burbuja de la mentira puede doler mucho pero al paso del tiempo, nos dará fuerza para decir, a pesar del costo, ¡NO! a lo que distorciona la realidad de los hechos.

La burbuja del conformismo
"No me gusta cómo me tratan (pero me resuelven el problema)". Esta es una de las burbujas más dañinas. Pueden  molestarnos un sin fin de pequeñas situaciones PERO como las cosas parecen en orden, entonces no hacemos nada. Dentro de esta burbuja pueden habitar, casi invisibles, las burbujas del miedo, del desaliento, de la mentira ¡peor aún! la burbuja del "no pasa nada".
Desde mi punto de vista, esta es una burbuja asesina, mata las esperanzas, los sueños, el carácter para continuar el día a día. Mata la luz en la mirada, mata el orgullo de poder reconocernos como personas en constante cambio, como seres pensantes con conocimientos y habilidades infinitas (si te has hecho cargo de desarrollarlas desde luego).
En esta burbuja también viven las de la humillación, la frustración, la indiferencia. Pésima combinación ¿verdad? Letal diría yo.

La burbuja de la humillación
Humillación, de acuerdo con la RAE es la acción de humillar. Humillar proviene del latín humiliāre. Significa 1. tr. Inclinar o doblar una parte del cuerpo, como la cabeza o la rodilla, especialmente en señal de sumisión y acatamiento. 2. tr. Abatir el orgullo y altivez de alguien. 3. tr. Herir el amor propio o la dignidad de alguien.
4. tr. Taurom. Dicho de un toro: Bajar la cabeza para embestir, o como precaución defensiva. U. t. c. intr.
5. prnl. Hacer actos de humildad. 6. prnl. Dicho de una persona: Pasar por una situación en la que su dignidad sufra algún menoscabo. 7. prnl. ant. Arrodillarse o hacer adoración.
En esta burbuja viven la vergüenza y la culpa y en nombre de ellas, se aceptan formas de ser y pensar no propias. Se acepta el juego del que cree poder más, de quien ostenta el poder y espera se acepte sin chistar. También se alojan las demoledoras palabras y actos de quien cree que tiene en sus manos "la verdad" La humillación puede hacernos pedazos y otra vez tenemos de dos: reventamos la burbuja y nos movemos con la cabeza en alto o terminamos de humillarnos olvidando que si optamos por la segunda opción, nos convertiremos en algo así como un "kleenex", seremos un objeto que se usa y se tira.

La burbuja de la frustración
Una de las burbujas más dañinas es la que tiene en su interior la concentración de nuestros fracasos y turbulencias, de nuestras desaveniencias, de nuestros sueños no cumplidos. Es una burbuja que nos lleva a transitar entre la conformidad, el desaliento y la humillación del fracaso. ¡Qué burbuja tan fea, tan sucia! Es una burbuja que nos puede conducir a claudicar ante la vida.

La burbuja del hubiera
Esta burbuja vive en muchas personas. "Hubiera ido", "hubiera hecho", "hubiera aceptado", "hubiera conocido", "hubiera dicho" y hubiera y hubiera y más hubiera, todos y cada uno de estos hubiera, nos lleva a olvidar que el hubiera no existe, que el hubiera ni siquiera fue. Tantas personas se quedan ahí doliéndose de no tener un recuerdo, una evidencia de que la vida sigue y hay que actuar. Esta burbuja trabaja de manera cercana con la frustración. Una alimenta a la otra, también lleva por el camino para darnos por vencidos(as).

La burbuja de la indiferencia
La indiferencia es un cáncer. Hoy en día es una burbuja cada vez de mayor tamaño. Nos hace olvidar nuestra naturaleza de personas, nuestra capacidad para mirarnos en el otro, nuestras posibilidades de entender y amar, de acompañar y sentir, de vivir y recordar que las personas lo somos en cuanto que podemos pensar, decir y hacer.
Esta burbuja también produce ceguera en el alma, tanta que puede volverse irreversible, ejemplos tenemos infinitos, lo grave es que nosotros(as) casi sin darnos cuenta, en nuestras negaciones, vamos perdiendo nuestra capacidad de observación, de admiración, de escucha, de sentir, de ser.

Sabemos que hay muchas más burbujas. Creo que el reto es no quedarse dentro de ellas con un sentimiento o actitud que nos hagan vivir dentro de ellas y que al paso del tiempo se conviertan en máscaras, corazas impenetrables. En la medida que esto sucede, dejamos de ser, poco a poco o incluso de golpe perdemos nuestra esencia, nuestra calidad de personas.
 
Las burbujas deben ser como esas con las que juegan los niños, darnos alegría con su tamaño, con sus gloriosos y momentáneos reflejos y después reventar a la vida para cada vez ser mejores personas.
 
Reflexión de hoy:
"Perder la propia individualidad y convertirse en un mero engranaje de una máquina está por debajo de la dignidad humana." Mahatma Gandhi (1869-1958)
 
Música para escuchar: 

Johannes Brahms - Serenade nr. 2, Op. 16