sábado, 4 de junio de 2011

Juan G. Márquez, una lección de nobleza

Todo hombre que conozco
es superior a mí en algún sentido.
En ese sentido, aprendo de él.
Ralph Waldo Emerson




 
En la antigua biblioteca del lugar donde trabajo, conocí a Juan Marquez, ese día él tuvo todas las razones posibles para pensar lo peor de mí y responder de la misma manera como yo lo traté. Confundiendo a la persona con el problema, violenté lo que nunca debí haber violentado: la dignidad... la mía y la de Juan.

Después de varios años de batallar con la editorial que debía surtir los libros de texto de una de las materias que yo impartía, harta de escuchar mentiras, de recibir representantes, furiosa por los innumerables incumplimientos y retrasos producidos por al menos cinco años, llegó Juan Márquez, un hombre de estatura  mediana, cabello lacio, moreno y mirada tranquila quien con una ligera sonrisa me saludó y se presentó. Al momento de decir el nombre de la editorial, toda mi furia estalló sobre el representante.

Juan escuchó, no hizo nada más que escucharme y luego de que terminé mi terrible diatriba, sin detenerme a pensar ni por un momento, que mi reacción no era válida porque la editorial no era la persona que estaba frente a mí, me dijo que él se haría cargo de la situación.

Con la sabiduría de los dichos, hay uno que me gusta mucho "nobleza obliga". Juan Márquez me dijo que esta vez las cosas serían distintas, que los libros que yo esperaba recibir en tiempo y forma, él me prometía que llegarían sin ningún contratiempo. Con una de las miradas más desagradables que pueda tener y con una voz agria le respondí que no confiaba. Una vez más le hice mi solicitud, le expliqué mis requerimientos acerca del libro, la edición, etcétera y le reiteré que no le creía.

Pasados unos días, Juan Márquez me informó que los libros venían en camino y que además había conseguido que se importaran a un mejor precio, todavía me di el lujo de decirle que hasta no ver, no creer.

Antier vi a Juan Márquez después de habernos encontrado por primera vez hace como ocho años. Como siempre, me encontré con su mirada tranquila y su sonrisa amable. Preocupado pues como me había anunciado hace algunos meses, ya no sería posible traer el libro tan mencionado o, que de hacerlo, el costo se duplicaría. Me comentó que quizá un recurso podría ser utilizar el libro en línea. Le comenté que me gustaría revisar cómo está estructurado. Me indicó que me haría llegar una cuenta y un password que ayer me envió. Hoy por hoy, si Juan me dice que me enviará un material o que me compartirá alguna edición de algún libro útil para mi área de conocimiento, lo hace. En todo este tiempo a todo lo que se ha comprometido, lo ha cumplido y más, me ha compartido libros maravillosos que me han ayudado a aprender más de Arte en especial.

Ayer, me detuve a recordar esta historia y me alegré de hacerlo por el privilegio de reconocer a Juan Márquez como una persona confiable y me apené por la poca calidad humana que mostré en nuestras primeras interacciones. Hoy le digo a Juan, ¡gracias! Gracias por sencillamente no darse la vuelta y ya. Gracias por enseñarme que "aunque no sea su trabajo" (el área para la cual se requiere el libro no es responsabilidad de él), con disposición, las cosas se pueden y que cuando no es así, siempre, lo correcto es hablar con la verdad.

Gracias Juan Márquez por tocar mi vida dándome una lección de buena educación y nobleza, sencillamente con el ejemplo.

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