domingo, 3 de mayo de 2009

Con la mirada en el horizonte...


Es inevitable mirar al horizonte, en tiempos de desasosiego, en tiempos de inquietudes e incertidumbres, en tiempos de crisis...es bueno soñar con que las cosas volverán a la calma y que todos recuperaremos el ritmo de lo cotidiano sí, ese del que tanto solemos quejarnos y renegar.


De pronto no parece tan pesado tener que levantarse con el sonido del despertador, bañarse rápidamente "para reaccionar", para ir corriendo a la escuela (mi trabajo); llevar y traer cosas, bregar por el tráfico odiando al de al lado que se atravesó, al taxista que no le importa quién circule cerca de él, los semáforos interminables. La ida al supermercado con todo y su enloquecedor ruido de "polvo de música", de voces, de altavoces anunciando "grandes ofertas", sin piedad por aquellos que preferimos el sonido del silencio o escuchar a Bach, a Bocherini, a Mozart pasando por Beethoven, Mahler o Stravinsky.


Es extraño pensar, "muero de ganas por un latte, ligth, venti, extrahot, pero mejor mañana" y secretamente, en lo oculto de la mente, declarar que es más bien el temor el que impide ir por un humeante café. Es extraño que aunque una piense, "iré a comprar el regalo, todo está bien" y reconozcas (en tus pensamientos) que evitas rozar barandales, tocar las bandas de las escaleras eléctricas y aceptar que las grandes tiendas y pequeñas han cerrado sus puertas, que la gente, como tú, circula jugando a que no pasa nada cuando todo está sucediendo.


Interesante resulta que a pesar de que mi casa no me cansa, no es lo mismo estar en ella porque es mi remanzo, que estar en ella porque de plano, no hay a dónde ir o bien, aunque sea en silencio, tengamos miedo de sentarnos aún en una plaza pública o en un jardín. Es triste encontrar que lo habitual como abrazar, hacer cariños, saludar de mano y beso tronado, de pronto se queden suspendidos y sólo se crucen miradas que lamentan la distancia impuesta. Los más atrevidos y los que más queremos, se salvan de ese "pequeño-enorme" espacio que separan nuestra calidez y cariño.


Los días pasan, uno tras otro, no sabemos si el "aislamiento social" (así le dicen en la TV) finalmente termine el miércoles en que tal vez podremos volver a mirarnos a los ojos esperando poder descubir además de la mirada, una enorme sonrisa de armonía.


Que el silencio de la calma nos acompañe y cualquiera que sea el Dios al que oras o rezas, nos proteja y nuestra mirada descanse serenamente en el horizonte que promete mejor futuro.

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